Esta tarde, como casi todos los domingos normales de mi estancia en esta ciudad mediterránea tome el metro para ir a Montjuic y jugar futbol con mis amigos. Al salir noté que llovía ligeramente, lo que he hizo pensar que no habría tanta gente esperando jugar. No habia frío en la calle ni viento. Al llegar al campo, noté que estaba ocupado por los jugadores de un partido de 1ra división; el equipo de Poble Sec. Encima había que pagar entrada para verlos jugar, si ese es nuestro campo. No pude ver a ningún conocido y comprendí que si habían ido, pues para esa hora estarían en sus pisos protegiéndose de la lluvia.
La ciudad se veía diferente, como si una manta de espuma blanca se posara encima lo que me hizo preguntarme ¿Qué solía hacer las tardes de domingo en Trujillo, Lima o cualquier otra ciudad donde me haya tocado pasar un domingo?. Pues hay miles de respuestas.
Decidido a no darme por vencido, caminé hasta la estación de bicing más cercana y para mi suerte había una esperándome. Sequé el asiento de la lluvia con mi chaqueta para comenzar la cabalgata. Pasé por la avinguda Paralell, luego el carrer de Sant Pau, Urgell, Concent de Cell y por fin Girona. El recorrido me cambió el humor totalmente. Debo manifestar a través de este post que me he sentido muy feliz manejando por sobre los pequeños charcos de las vías, escuchando música suave y contemplando a los pocos peatones por las calles. Esto me ha enseñado que muchas veces son las pequeñas cosas las que realmente te hacen sentir bien, como pasear en bicicleta por la lluvia, mojarte un poco y conducir sin prisa para no resbalar. Sin mucho tráfico, sin peatones, con las tiendas cerradas y sobre todo con las calles tranquilas sin comercio, la ciudad me ha mostrado una cara que no recuerdo haber visto antes. Es como si hubiera estado esperando este momento para poder tener la paz suficiente y la consigna de disfrutar al conducir. Al llegar a casa, me he alimentado de ensaimadas con leche. Un pequeño manjar, tan simple en su fabricación que ha exaltado mi alegría. Ya lo había escuchado otras veces, ese rollo de la felicidad en las pequeñas cosas, pero ha sido esta tarde de invierno donde me ha permitido acariciarla.
domingo, 17 de enero de 2010
Tarde de invierno
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1 comentario:
me alegra tanto que seas capaz de sentir esas cosas que no todos sienten y acariciar la vida suavemente como cuando acaricias mi mejilla con amor y libertad...te amo!
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